Había llegado la hora de hacer una visita a nuestros padres
y aún teníamos muchas cosas que preparar. Drew se encargaba de todo: el coche,
comprar la comida necesaria para el largo viaje…incluso de las flores. Para
entonces se había convertido en una especie de experto a la hora de escogerlas.
Yo, en cambio, me encargaba de hacer las maletas y de buscar
rutas alternativas para la visita. Nunca se me había dado bien buscar estas
cosas, pero Drew se fiaba de mí. Siempre encontraría el camino indicado para
volver a casa, a nuestro hogar.
Desde que era una niña me había gustado Denver, cuando nada
importaba y me divertía con mis amigos en el parque. Allí estaba nuestro hogar.
Nunca había entendido la posición de Drew, pero si él eligió
abandonar… ¿qué más podía hacer yo?
Él era mi hermano mayor, mi familia.
-
¡Shaz, date prisa! –me grito desde la cocina.
-
Ya sabes que me tomo mi tiempo para buscar la mejor
ruta… ¿Preferirías hacerlo tu? – le reproché.
El rió y negó con la cabeza.
Tras una larga hora planificando diferentes trayectos hacia
Denver había acabado. Un escalofrío de satisfacción sacudió mi cuerpo, desde los
dedos de los pies hasta bailar con las falanges de mi mano. La sensación se
extendió hasta dibujar una sonrisa de
oreja a oreja en mi rostro.
Salí del pequeño despacho que teníamos en casa y me dirigí
al salón.
El delicioso olor de la lasaña que había estado preparando
Drew inundaba las habitaciones de la casa.
Cerré los ojos e inhalé el exquisito aroma hasta que mis
pulmones se llenaron.
Repetí la acción hasta que Drew asomó la cabeza por la
puerta de la cocina y me llamó para cenar.
Me senté frente a él en la pequeña mesa donde estaba la cena
servida. Me rugieron las tripas y ambos reímos.
-
Bueno Shaz, mañana nos toca madrugar. Cualquiera diría
que ha pasado otro año, echare de menos Los Angeles. – comentó mientras se
llevaba un trozo de lasaña a la boca.
No me gustaba nada que me lo recordase. Agaché la cabeza y
empezé a destrozar muy lentamete la lasaña con ayuda del tenedor.
-
Drew…eh...- levanté la cabeza y mire fijamente a sus
verdes ojos.- He estado reflexionando y creo que quiero volver a casa…a Denver.
Su rostro palideció en cuanto pronuncié mis últimas
palabras. No se lo podía creer.
Tras unos minutos de silencio, su rostro volvió a coger el
tono bronceado de su piel.
-
Tienes razón. – asintió con la cabeza. Abrí los ojos
debido a la sorpresa de su respuesta- Ya han pasado diez años, es hora de que pase
pagina y deje de culparme.
Me devolvió una dulce y calida sonrisa. Las lágrimas
comenzaron a brotar de mis ojos y descendieron lentamente acariciando mi
rostro.
Me levanté y abracé a mi hermano. Sabía que lo necesitaba.
Ahora sí, sabía porque Drew había abandonado Denver. Nunca me lo había contado
pero tras la última conversación lo comprendí.
Llevaba culpándose diez años y yo no había sido capaz de
notarlo. ¿Cómo podía considerarme una buena hermana? Él no tuvo la culpa de
nada.
-
Drew, tu no tienes la culpa. Nunca la has tenido.- dije
entre sollozos.
Nunca lo había visto así.
-
Sharon… gracias.- contestó mientras que apretaba sus
fuertes brazos contra mí.
Me separó de él y secó mis lágrimas. Paso sus dedos por mis
ojos y sonriendo me dio un cariñoso beso en la frente.
Tras la cena decidimos ir a dormir. Nos deparaba un día muy largo, pero sería un nuevo día.
Tumbada en mí cama no podía dejar de pensar en las palabras
de Drew. Se sentía culpable, y siempre se había sentido así. Diez años con esa
carga, yo no lo podría haber soportado.
Ocurrió el 14 de mayo del mismo año
que Drew comenzó en la universidad. Él siempre había sido un joven rebelde y
nunca le había gustado obedecer las normas. Como era habitual, Peter O’Brien,
uno de los mejores amigos de Drew, celebraba una fiesta en su casa.
El alcohol manchaba la sangre que corría entre las venas de
todos aquellos que bailaban y disfrutaban de la gran noche.
Debió de ser una gran fiesta pero las cosas se torcieron.
Cuando la policía interrumpió en la fiesta Drew y otros cuantos más estaban
enzarzados en una pelea. Para cuando los jóvenes de la pelea se dieron cuenta
estaban todos detenidos dirección al calabozo.
Fue el timbre del teléfono lo que despertó a papá. Tras el teléfono
estaba Drew. Este le contó lo sucedido y le rogó para que pagase la fianza.
Nunca había escuchado la voz de papá con ese tono. Estaba
muy enfadado.
Yo solamente tenía diez años y no era consciente de lo que
estaba sucediendo a mí alrededor. Mis padres decidieron dejarme en casa de la Sra.Belcher , nuestra
vecina.
Pasaron ocho horas hasta que Drew me recogió. Su cara estaba
descompuesta y parecía cansado.
No fue el quien me lo contó, fue la Sra.Belcher.
Papá y mamá se dirigían al departamento de policía de
Denver. Todo ocurrió en el cruce de Bulevar Speer y la calle Stout.
Me encantó estaré al pendiente para seguir leyendo, sigue así :3.
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